Guía científica básica para evitar que nos engañen con el enésimo repelente antimosquitos (que, por supuesto, tampoco funciona)
El mundo de los repelentes antimosquitos es un pozo lleno de mitos, leyendas y marketing, mucho marketing. Un lugar donde reina el desconocimiento, los timos y los remedios tradicionales. Y donde, a menudo, el mejor remedio parece ser dormir con los dedos cruzados para que al levantarnos no tengamos el cuerpo lleno picaduras.
Por eso nos hemos preguntado, ¿Qué dice la ciencia sobre todo esto? ¿Hay algo que podamos hacer para repeler a los mosquitos o, sencillamente, hacernos a la idea de que las picaduras están aquí para quedarse?
La mayoría de la gente no sabemos protegernos de los mosquitos
Es una dura verdad, pero el primer paso es reconocerlo. El año pasado Spectrum Brands publicó una encuesta sobre el conocimiento que tenía la población de los repelentes de insectos. Y es horrible.
Aclaro que la encuesta no es representativa. Su intención era averiguar los patrones de protección antimosquitos en zonas con riesgo de contagio de Zika (y otras enfermedades transmitidas por insectos). No obstante, nos puede ayudar a hacernos una idea sobre qué pasa realmente en las calurosas noches de invierno.
¿Y qué ocurre? Pues que incluso, en lugares donde los mosquitos transportan enfermedades que pueden matarnos, el uso de repelentes no supera el 20%. Parece una cifra mínima, pero lo es aún más si tenemos en cuenta que el 82% utilizan productos que no tienen ninguna efectividad. Es decir, una parte muy considerable de los que usan repelentes usan métodos no efectivos. Se juntan el hambre con las ganas de comer.
¿Cómo funcionan los repenlentes?
Una buena parte de esas cifras se deben a que el funcionamiento de los repelentes es muy desconocido entre la población general. En principio, hay tres compuestos químicos que producimos los seres humanos y que atraen a los mosquitos: el ácido láctico y el octenol que producimos y segregamos por la piel y el dióxido de carbono que exhalamos al respirar.
Estos compuestos (junto al calor y ciertos estímulos ópticos) sirven como señales químicas que ayudan a los mosquitos a orientarse y localizar a sus víctimas. Eso sí, aunque no todas las especies de mosquitos funcionan igual, los mecanismos de acción de los repelentes tocan las "teclas adecuadas" de todas ellas.
Esas teclas son sus receptores. Por increíble que resulte, los repelentes que han demostrado mejor eficacia no le hacen nada a los mosquitos. Tanto en el caso del DEET como en el de la icaridina, el mecanismo de acción desorienta a los insectos y altera sus receptores para que no consigan localizar a las personas.
Eso explica por qué, incluso usando estos repelentes, los mosquitos pueden picarte: el producto no hace huir a los insectos, "nos hace invisibles" a ellos. Pero si por casualidad nos pillan, nada impide que se den un festín.
Estos dos compuestos parece bastante seguro. El DEET puede provocar erupciones cutáneas y, en altas concentraciones, disuelve el plástico. La icaridina (el compuesto actual del conocido Autan) no tiene más efectos secundarios que alguna leve irritación en la piel. Ninguno está recomendado para niños muy pequeños.
Otras formas de combatir a los mosquitos
En el otro lado tenemos compuestos que están catalogados como biopesticidas: es decir, son insecticidas puros y duros que afectan al sistema nervioso de los insectos. Ahí podemos encontrar el IR3535 o la permetrina. En pequeñas concentraciones ambos son seguros, pero la permetrina para uso insecticida, por ejemplo, no debe echarse directamente en la piel.
También hay 'repelentes naturales' como la citronela y, sobre todo, los aceites esenciales de eucalipto. La citronela es muy popular, pero la investigación de la que disponemos indica que los efectos (cuando existen) son muy pequeños. El aceite de eucalipto sí da mejores resultados y es recomendado (junto a otros repelentes) por el CDC norteamericano.
Nadie dice que los remedios tradicionales no tengan algún efecto, sin embargo no es recomendable fiarse de ellos
En los últimos años han surgido 'repelentes por ultrasonidos' y otros cacharros que no son capaces de demostrar su utilidad en tests independientes. La recomendación de los expertos es no fiarnos demasiado porque lo más probable es que, sencillamente, no funcionen.
Lo mismo ocurre con casi todo el resto de remedios tradicionales. Siempre cabe la posibilidad de que tengan algún tipo de efecto sobre los mosquitos, pero no es recomendable fiarse demasiado de ellos. Sobre todo, en zonas donde las picaduras puedan generar problemas de salud.
El repelente perfecto
En general, los expertos coinciden en que lo ideal sería una combinación de DEET, icardina y aceites de eucalipto (junto con algún insecticida, de vez en cuando). Son los repelentes más seguros y efectivos. Sin embargo, hay muchas cosas que se pueden hacer para reducir el número de picaduras.
Lo primero es tratar de reducir el número de mosquitos mediante el 'control ambiental'. A menor número de insectos, menor probabilidad de ser víctima de sus picaduras. Es muy importante tratar de eliminar cualquier zona de agua estancada y, en la medida de lo posible, usar mosquiteras.
Y luego, ya sí, usar repelentes con sentido común y siguiendo las instrucciones. No debemos olvidar que, por encima de cualquier otro, el animal más peligroso de la tierra es el mosquito. Es el responsable directo de la muerte de 725.000 personas cada año. Hay zonas más seguras por su clima (como España o algunos estados de México), pero nunca debemos subestimarlos.
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La noticia Guía científica básica para evitar que nos engañen con el enésimo repelente antimosquitos (que, por supuesto, tampoco funciona) fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
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