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Un año después del inicio de la pandemia disponemos de un pequeño arsenal de vacunas para inmunizarnos del virus SARS-CoV-2, pero ¿qué hay de la cura?
El remedio terapéutico está avanzando por varios frentes, aunque no hemos de olvidar de que nos estamos enfrentando a un virus, no a una bacteria, y que para ellos solo hemos logrado desarrollar simples cortafuegos.
La falta de un tratamiento con evidencia científica ha conducido al empleo de diferentes pautas terapéuticas, en muchas ocasiones, con modificaciones rápidas de los protocolos. Sin embargo, hay poca evidencia científica aún sobre la eficacia de todas ellas.
De momento, por ejemplo, disponemos del Lopinavir, un inhibidor de la proteasa empleado en el tratamiento del VIH y que presenta actividad in vitro ante el virus SARS-CoV-1. También tenemos el Remdesivir, un profármaco que resenta amplia actividad contra virus de la familia de los filovirus (virus Ébola, virus de Marburg), coronavirus (SARS-CoV-1, MERS-CoV) y paramixovirus (virus respiratorio sincitial) entre otros. Por su parte, la hidroxicloroquina es una 4-aminoquinolina antipalúdica que ha demostrado tener actividad in vitro contra diversos virus de ARN, incluido el SARS-CoV-2; pero aún es una incógnita su eficacia in vivo.
Hay otras muchas opciones para combatir los efectos del COVID-19, como el tratamiento con plasma convaleciente o la inmunoglobulina intravenosa. Pero todas ellas requieren una intervención hospitalaria compleja.
Pfizer, por su parte, está probando una pastilla antiviral para curar el COVID. El medicamento es parte de una clase de medicamentos llamados inhibidores de la proteasa y actúa inhibiendo una enzima que el virus necesita para replicarse en las células humanas. Su eficacia se debe a los inhibidores de la proteasa del fármaco que se unen a las enzimas virales, impidiendo que los virus se repliquen en la célula. Los inhibidores de la proteasa se utilizan para tratar otros patógenos virales como el VIH y la hepatitis C.
Según declaraciones de Mikael Dolsten, director científico de Pfizer, en un comunicado de prensa. "Dada la forma en que el SARS-CoV-2 está mutando y el impacto global continuo de Covid-19, parece probable que sea fundamental tener acceso a opciones terapéuticas tanto ahora como más allá de la pandemia". Los expertos en salud dicen que el medicamento, tomado por vía oral, podría cambiar las reglas del juego porque las personas recién infectadas con el virus podrían usarlo fuera del entorno hospitalario.
No es el primer antiviral que se están ensayando. Por ejemplo, PharmaMar ya ha iniciado en España se encuentra en el ensayo final de su antiviral frente al COVID-19. Junto a PharmaMar, las compañías españolas Esteve y Oryzon también testan sus propios compuestos experimentales en fase II como antivirales frente a este virus. A pesar de todo ello, de momento no hay evidencias sobre terapias que sean altamente eficaces.
La primera epidemia que los seres humanos lograron eliminar de la faz de la Tierra fue la viruela. La declaración oficial tuvo lugar por parte de la Organización Mundial de la Salud el 8 de mayo de 1980. Desde entonces, no hemos hecho grandes progresos. Por ello no somos capaces aún de acabar con enfermedades víricas como la gripe, como nos contaba nuestro compañero Javier Jiménez:
De hecho, a lo largo de toda la historia de la humanidad, solo hemos sido capaces de erradicar dos enfermedades: la viruela (1980) y la peste bovina (2011). Además de ellas, hemos hecho avances muy importantes en cuatro más: la malaria, la dracunculiasis, el pian y, sobre todo, la polio. El resto de enfermedades infecciosas son huesos duros de roer.
Eso ocurre porque, en esencia, lo medicamentos son menos efectivos contra los virus que contra las bacterias. Los antibióticos matan a las bacterias al afectar sus paredes celulares. Sin embargo, la cobertura exterior de los virus, que se conoce como la envoltura vírica, es casi idéntica a las membranas de la célula huésped, por lo que son difíciles de rastrear sin atacar nuestras propias células.
En pocas palabras, pues, matar un virus es difícil porque su vida está íntimamente ligada a nosotros. Y, en segundo lugar, porque un virus es una partícula muy simple: se compone básicamente de material genético en forma de ácido ribonucleico (ARN) o desoxirribonucleico (ADN), junto con proteínas y, en algunos casos, envolturas lípídicas. Nada más.
Algunos medicamentos antivirales funcionan básicamente afectando una parte del ciclo vital del virus. Algunas interfieren en el vínculo del virus a la célula, otras evitan que el material genético de los virus se incorpore en la célula huésped. Usados de manera combinada, algunos medicamentos antivirales han resultado efectivos contra virus específicos. Pero todavía hay mucho camino por delante en la búsqueda de un tratamiento que destruya la membrana lipídica del coronavirus, que destruya de verdad con el virus.
Eso es lo que están intentando, por ejemplo, investigadores como José Manuel López Nicolás, catedrático de bioquímica en la Universidad de Murcia que lidera un grupo de investigación puntero a nivel internacional. Su grupo se ha especializado en algo que se llama encapsulación molecular y, para llevarla a cabo, trabajan con unas moléculas llamadas ciclodextrinas.
La estrategía pasaría así por utilizar las ciclodextrinas para encapsular la membrana lipídica del coronavirus, lo que hipotéticamente eliminaría su capacidad infectiva. Como él mismo declaró en una entrevista reciente:
Esta aproximación serviría para el coronavirus y otros virus ahora desconocidos. Si tenemos una batería de ciclodextrinas ensayadas, y dispuestas para poder usarlas, cuando llegue un nuevo virus solo tendríamos que utilizar la que mejor se ajuste a su estructura. No tendríamos que empezar de cero como ocurre ahora. No hay nada hoy que destruya virus, ni el coronavirus ni ningún otro y tenemos que convencer a la sociedad para que se apueste por fármacos definitivos que acaben con este y con los próximos que vendrán.
Los virus son máquinas de replicación que viven en nuestras células. Acabar con ellos no es tarea fácil si no queremos destruir también nuestras células. Además, los virus encuentran acomodo en todos nosotros, y también en otros animales. Inmunizarlos, de momento, es la mejor respuesta. Usar antivirales es una barrera que salva vidas. Algún día, sin embargo, quizá podamos enfrentarnos a ellos tal y como lo hacemos ya con las bacterias.
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La noticia Llevamos 4 vacunas aprobadas en la UE en un año de pandemia, ¿qué hay de las curas para contagiados de COVID-19? fue publicada originalmente en Xataka por Sergio Parra .
Tanto si te gusta como si no, pero sobre todo si es que sí, a tus (dolorosas, a menudo frustrantes) partidas a 'Returnal' les espera un inconveniente añadido. Con ellas serás dolorosamente consciente de que este juego, el primer título imprescindible de Playstation 5, va a pasar por debajo del radar de la mayoría de usuarios y prensa.
La machacona imagen que vende Sony de ser una compañía centrada en los Triple A y las grandes franquicias hace daño a juegos como éste, no exactamente un indie, pero más cerca de las joyas de serie media que convirtieron a las tres primeras Playstation en consolas con un catálogo inmenso e inmejorable que de ser un nuevo 'God of War. Le hace daño porque la sensación es de que todos los juegos del catálogo de Playstation 5 serán superproducciones, aventuras técnicamente sublimes, variadas, narrativas y espectaculares. Y sí, 'Returnal' es todo eso, pero a su manera.
Para empezar, no da pistas al jugador acerca de los intríngulis de su mecánica, y permitirá que éste pase horas desesperantes barruntando acerca de cómo avanzar. No hay un selector de dificultad (solo se puede activar una pequeña ayuda en el apuntado), porque la de 'Returnal' es una, única y elevadísima. Y ésta no nace de que, como en los 'Souls' (con los que ya se le está comparando, de forma no del todo acertada), la acción sea muy exigente y cualquier movimiento erróneo implique la muerte instantánea. Aquí, de hecho, la exigencia de destreza es asumible por un jugador medio.
La dificultad de 'Returnal' reside en el propio concepto del juego. Acercándose a propuestas recientes como 'Hades', la protagonista es una astronauta cuya nave se ha accidentado en un planeta y que se ve atrapada en un bucle: cada vez que muera en su exploración, reaparecerá junto a la nave, las "salas" en las que se distribuye el mapa se reorganizarán y tendrá que explorar de nuevo en busca de casi todo su inventario. La dificultad está en desentrañar cómo hacer que ese eterno retorno no se convierta en una actividad repetitiva y frustrante.
Ese proceso no consiste simplemente en repetir el bucle y explorar sin descanso: hay que entender (de forma intuitiva: el juego no tiene tutoriales) cómo funciona el sistema de mejora de armas y cómo están estructurados los perks. Solo así las primeras hordas de enemigos serán cada vez más sencillas y tendrá sentido enfrentarse a los jefes. Y en el proceso, muertes y más muertes, y repetir, pero aprendiendo no solo de los rincones descubiertos en cada vuelta, sino del uso de las armas. La repetición no es un castigo, sino parte del aprendizaje, y solo mediante ensayo y error se descubre el potencial, por ejemplo, de la ideaza de los parásitos, con beneficios y castigos simultáneos.
Acostumbrados a los constantes cambios de tono, mecánicas y escenarios de los Triple A al uso, este juego de Housemarque (responsables de estupendos juegos -estos sí- independientes como 'Resogun', 'Nex Machina' o 'Super Stardust', lo que da alguna pista del estilo bullet hell preciso y frenético en el que se enmarca la acción) puede decepcionar a más de uno por sus entornos repetitivos y que no permiten muchas sorpresas. Aunque hay cambios, y radicales, y todos vinculados a un argumento que se va desplegando a medida que se descubren detalles sobre la civilización muerta que habitaba el planeta.
Housemarque ha redondeado el producto sacando buen partido de las posibilidades técnicas de Playstation 5, especialmente en lo que respecta al sonido (no solo en las posibilidades del diseño envolvente, con todo lo que aporta a la ambientación, sino con los que emite el mando). Y también ha profundizado en el empleo del DualSense, con ideas creativas siempre en favor de la inmersión, a través de vibración y gatillos.
'Returnal' tiene elementos, sobre todo visuales y de diseño, que recuerdan a otros mundos. Es inevitable pensar en el planeta grisáceo y tecnorgánico de 'Prometheus', y también en las civilizaciones suspendidas en el tiempo desde hace eones de los 'Metroid', especialmente los 'Prime'. Pero 'Returnal' tiene su propia personalidad, una arrolladora y magnética y que proporciona por sí sola, ahora sí, una razón más que sobrada para tener una Playstation 5.
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La noticia 'Returnal': Filosofía indie y estética de superproducción se fusionan en el primer imprescindible de Playstation 5 fue publicada originalmente en Xataka por John Tones .
Pese a ser uno de los productos más pequeños que ha presentado la marca, quizás el que más, y de no ser ni mucho menos el primero en su especie, el Apple AirTag captó bastante la atención desde un primer momento. En Xataka nos hemos dedicado a fondo a algo que alguien con poca memoria hace con una facilidad pasmosa: perder objetos. Eso sí, con este producto enganchado, y tras ello os traemos el análisis de los Apple AirTag.
Se trata de un dispositivo localizador que sirve precisamente para esto mismo: tener ubicados objetos de valor que no queramos perder y que haya más posibilidades de poderlos recuperar si esto pasa. Sus fuertes: la banda ultra ancha y tirar de comunidad de usuarios para que haya una red mundial de localización sin que se comprometa la privacidad de los mismos.
Apple AirTag |
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Dimensiones |
31,9 mm de diámetro |
Peso |
11 gramos |
Resistencia |
Certificado IP67 (hasta 1 metro durante 30 min) |
Conectividad |
Bluetooth LE |
Sonido |
Altavoz integrado |
Batería |
Pila CR2032 reemplazable (incluida) |
Sensores |
Acelerómetro |
Compatibilidad |
iPhone con iOS 14.5 o superior |
Precio |
La manera de emparejar dispositivos y de gestionar el Bluetooth en Apple es como el patio de mi casa, particular. La ventaja de esto es que los AirTag gozan del sencillísimo sistema de emparejamiento que vimos en AirPods Pro, HomePod y otros dispositivos Apple: se acercan al iPhone o iPad y automáticamente aparece la notificación de enlace.
En el caso de los AirTag podremos seleccionar a qué objeto los vamos a enganchar (o bien escribirlo), algo que podremos cambiar después. Se asocia automáticamente a nuestro ID de Apple y en total el emparejamiento es un proceso muy rápido y fácil.
El AirTag sólo puede asociarse a un usuario. Es decir, no podremos compartirlo, de hecho tampoco se comparte a otro miembro de las "Familias" de Apple, y estará asociado a nuestro ID incluso aunque se le quite la pila.
La app que necesitamos para acabarlos de configurar y usarlos es “Buscar”. En ella se presentan en la pestaña Objetos, de modo que nos aparecen según el objeto o nombre que hayamos establecido y la ubicación (si los tenemos en casa o junto a nosotros aparecerá también “Contigo”).
Cada AirTag/objeto tiene su propio menú de acciones, desde el cual podremos ejecutar las principales funciones del AirTag:
Tras esto ya lo dejamos a nuestro gusto, teniendo en cuenta que dado el producto y el uso tampoco hay mucho misterio. En la ficha de cada AirTag también podremos ver la autonomía aproximada que le queda a la pila.
Matizar que desde un principio seguramente nos hará falta algún accesorio para engancharlos donde sea (a diferencia de otros. Comentar a este respecto que hemos probado los anillos de cuero y los AirTag Loop y que parecen de calidad, pero que hay que ir con ojo con la parte metálica del botón de “clic”, ya que con la esquina no es difícil tocar la trasera del AirTag y arañarlo.
Los AirTag vienen con una pila sin usar (de tipo CR2032) gracias a que el plástico que los envuelve acaba como mezcla de un sándwich entre el contacto del circuito y ésta, de manera que al tirar de dicho plástico lo encendemos. En teoría nos debería durar cerca del año (una estimación basada en la emisión de la alarma sonora cuatro veces al día y usar la búsqueda cercana una vez al día), así que como cabría pensar no ha dado tiempo de agotarla en este análisis (por mucho que los hayamos hecho pitar y hayamos activado la búsqueda con precisión).
Los AirTag son muy ligeros, recuerdan a una chapa por su tamaño y su peso es el de un llavero cualquiera. Son 3,19 milímetros de diámetro con un grosor de 0,8 milímetros.
Con la pila el peso es de 11 gramos. Y a diferencia de los SmartTag de Samsung, no disponen de ningún botón físico, dado que por su funcionamiento y funciones no lo precisa.
Encontrar algo con ellos es muy sencillo (cuando se puede) y la localización es bastante precisa cuando tiramos de la búsqueda cercana cuando es posible. Eso sí, la señal acústica es bastante discreta, quizás podría ser algo más llamativa de cara a que sea encontrado en ambientes más ruidosos.
La búsqueda cercana es un puntazo para ese primer perfil que comentábamos de “despistado genérico” (tengo una amiga que lo es), pero siempre tendremos que recordar que es una función que es posible si el objeto está cerca. El iPhone o iPad es dirigido con bastante precisión en cuanto nos encontramos a unos dos metros, hasta ese momento no aparecen las indicaciones de dirección.
La app nos indicará que estamos cerca a unos siete metros del AirTag, y a medida que nos acercamos nos responde tanto con una respuesta háptica (una vibración suave) como con un aviso acústico, que se intensifican a medida que estamos más cerca. Es como el juego de encontrar algo con "frío" y "caliente", de modo que estos avisos son el "caliente, que te quemas" final (pero en discreto y con la ventaja de que no queda sólo en señales visuales o sonoras).
Esos siete metros además normalmente ya permiten que oigamos la señal acústica, que ayuda bastante porque la dirección que a priori indica la app no suele atinar bien a la primera si el objeto está muy escondido. Así, a medida que nos acercamos la dirección sí es la correcta y se llega pronto al AirTag, y la señal acústica será el remedio definitivo. Probado con niños que esconden muy bien las cosas.
Eso sí, hay que comentar que la búsqueda cercana tira de realidad aumentada. Una función que es muy exigente a nivel de rendimiento y esto va a hacer que la temperatura del móvil aumente, lo cual en el iPhone 12 mini se nota considerablemente.
¿Qué ocurre cuando, en el peor de los casos, hemos perdido un objeto asociado a un AirTag? Entonces lo conveniente es activar el Modo Perdido. De esta manera, podemos configurar un aviso para que alguien contacte con nosotros si se encuentra el AirTag, o que directamente nos salte una notificación de Buscar si somos nosotros quienes andamos cerca.
La notificación aparece cuando efectivamente está en nuestro rango, de manera que nos indica la ubicación y podemos ir hasta allí si queremos tirando de Mapas de Apple (o si queremos añadir manualmente la dirección en otra app, aunque esto tendrá menos sentido al no aparecer la ubicación del AirTag a tiempo real). Eso sí, tendremos que activar esto en la configuración del AirTag (hay un switch para activar la notificación).
En el Modo Perdido configuramos un aviso con nuestro teléfono para que puedan contactar con nosotros. Es lo que aparecerá a otro usuario con un dispositivo iOS de manera automática, o bien si un usuario de un móvil Android encuentra el AirTag y lo escanea. Probando con un OnePlus 8T nos costó un poco hacer saltar la notificación, pero finalmente lo conseguimos.
Aquí vemos que aparece la posibilidad de desactivar el rastreador para que no se comparta la ubicación, indicando básicamente cómo se desmonta y se quita la pila. También se recomienda que si existe preocupación sobre ser localizado se contacte con las autoridades, algo que forma parte del "modo anti-acoso" que Apple por ahora ha introducido.
Este modo permite que, en el caso de un usuario de un dispositivo iOS (con la versión 14.5), le avise con una notificación de que lleva consigo un AirTag ajeno, llegando a emitir también la señal acústica (según Apple, ambas alertas cuando se está fuera del rango del propietario del AirTag). En el caso de llevar un móvil Android, el AirTag sonará a los tres días. De ahí que aún sea una función algo limitada.
En nuestro caso, probando a encontrar algo "robado" o "intentar acosar a alguien", hemos obtenido la ubicación del AirTag de manera muy puntual, por lo que en este caso el portador (con móvil Android) no se ha movido en un ambiente de mucho dispositivo Apple. Además, cuando el objeto marcado como perdido ha estado en nuestro alcance no siempre nos ha avisado (estando la notificación activada).
En todo caso, es bastante útil como posibilidad extra de encontrar algo perdido o robado, salvo el caso de que el posible ladrón sea hábil y lo acabe desactivando o quitando. Con la ventaja de tirar de una red que abarca a dispositivos iOS y macOS gracias a "Find My" hemos podido saber del objeto perdido al rato, pudiendo ir hasta el lugar indicado en la notificación (en el momento cuando ha sido cerca).
Como dijimos al hablar de "Find My", esta función tira de Bluetooth Low Energy, cuyo soporte en el AirTag viene gracias a su cubierta blanca. Esto permite que los usuarios de un iPhone, iPad o Mac hagan de baliza y podamos tener una ubicación con relativa frecuencia si el objeto se está moviendo o si es una zona de paso, si bien hay que tener en cuenta que en España el iPhone suele estar el cuarto o quinto en cuota de mercado y que dicha frecuencia dependerá del sitio (más probabilidad en ciudades con bastante tránsito de peatones que en parques, pueblos con menor densidad de población, zonas rurales o menos tecnificadas, etc.).
En teoría, el rango de alcance de un AirTag para que un dispositivo de los citados sea "avisador involuntario" es de hasta 100 metros. Que trabaje con esta tecnología permite que esto suceda rápido (es una señal de 2,4 GHz), por lo que si tenemos la suerte de no estar muy lejos, como hemos comentado, podemos echar una carrera y con ayuda de la búsqueda cercana y la señal sonora intentar recuperar el objeto.
El Apple AirTag, además, cuenta con certificación de resistencia a agua y polvo IP67. De ahí que resista sin problema a la lluvia (algo que hemos podido probar estos días tan grises por esta zona) o incluso si lo sumergimos (no más de media hora ni más de un metro).
El Apple AirTag cumple bien su función, sin ser perfecto. Tiene un diseño que ayuda por lo liviano que es, aunque también ayuda a Apple y a quien haga accesorios porque con bastante probabilidad precisemos de alguno.
La búsqueda cercana lo convierte en una buena solución para despistados patológicos y, estando bastante de tú a tú en cuanto a precio con su competencia más directa, supone una buena ayuda ante la situación de pérdida o robo. Eso sí, para usuarios de iPhone, especialmente de los más recientes (para aprovecharlos al 100%).
Esto es porque los AirTag precisan un iPhone o iPad con iOS 14.5 como mínimo (requerido también para el aviso anti-acoso, como hemos comentado). Hay que tener en cuenta, además, que la función de búsqueda cercana está disponible únicamente a partir de los modelos de iPhone de 2019, es decir, del iPhone 11 en adelante (han de incluir el chip Apple U1).
La señal acústica es minimalista, "muy Apple", pero quizás lo es demasiado. No tanto en cuanto al tono, sino a que el volumen es muy bajo.
Además de la UWB y el Bluetooth LE, la resistencia al agua también es una ventaja que, según nuestras pruebas, además permite que lo localicemos aunque esté mojado o sumergido (hasta los límites que hemos comentado). Eso sí, la parte de acero puede arañarse si roza con algún objeto de metal con esquinas como una llave o el propio "clic" del accesorio, pero es algo que afecta únicamente a la estética.
Este dispositivo ha sido cedido para el análisis por parte de Apple. Puedes consultar nuestra política de relaciones con empresas.
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La noticia Apple AirTag, análisis: alta precisión y una inmensa red de "ayudantes" en lo que ocupa un botón fue publicada originalmente en Xataka por Anna Martí .
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