"Disparaba llamas a la cara de peatones inocentes": cómo la bestia de Turín alcanzó 212 km/h en 1913
Los inicios del siglo XX fueron maravillosos para los amantes de la ingeniería y la mecánica. Dando los primeros pasos en este terreno temporal, los hermanos Wright se hacían famosos con el primer aeroplano de la historia. En 1908, el Ford Model T entraba en la cadena de producción, pese a la incredulidad del abogado del propio Henry Ford. Y poco después, Fiat rompería la barrera de los 200 km/h.
Mientras que en España los coches matriculados llegaban con cuentagotas, Fiat tenía ambiciosos planes para sus coches. Desde que la automoción empezara a despegar, los récords de velocidad y las primeras carreras de automovilismo se habían convertido en una obsesión y un modo de demostrar los últimos avances tecnológicos. Eran una perfecta muestra de lo que cada fabricante era capaz de hacer.
Se considera que la primera carrera de la historia cubrió la distancia entre París y Rouen. 127 kilómetros que debían decidir quién era el mejor en "La carrera de carruajes sin caballos". Era un 22 de julio de 1894 y aquel día también se presentaron los coches a vapor. Pese a ello, en La Vanguardia rescatan un caso anterior datado en 1887 pero que no se considera competición porque, a la hora de la verdad, sólo un vehículo se presentó en la línea de salida.
Y en búsqueda de nuevos retos, Fiat se lanzó a la carrera de convertirse en el fabricante con el coche más rápido del mundo. Y lo consiguió en diciembre de 1913 cuando alcanzó los 212,87 km/h de velocidad punta. Un récord que, sin embargo, ha quedado en el archivo digital y en papel porque nunca llegó a recibir el título oficial de "coche más rápido del mundo".
Fiat S76, La bestia de Turín que se quedó sin corona
A caballo entre el siglo XIX y el XX, en 1899 nace en Turín la Fabbrica Italiana Automobili Torino. Fiat crece durante los primeros años de vida con la producción de automóviles pero rápidamente diversifica su negocio entrando en el mercado del ferrocarril y el transporte pesado, con sus propios camiones.
Pero en la marca eran conscientes de la importancia que tenía romper hitos. Con la automoción en estado embrionario, conseguir nuevos récords o alzarse con la victoria en las pocas carreras que entonces existían eran una tremenda oportunidad para darse a conocer.
Por ello, en 1910 decidieron crear un monstruoso monoplaza para el que no existían retos insalvables. Y lo hicieron de la única manera que sabían: un gigantesco motor.
La idea de Fiat fue crear un automóvil que era todo potencia bruta. Su motor era de cuatro cilindros pero su cilindrada era de 28,4 litros. Para hacernos una mejor idea, un deportivo moderno que supere los ocho litros de cilindrada ya es algo totalmente excepcional.
El motor era capaz de generar hasta 290 caballos de potencia a 1900 rpm, tenía tres bujías por cilindro y estaba refrigerado por agua. El problema es que su peso se disparaba a casi 1.700 kg en lo que era toda una rareza para la época. Eso sí, si nos hacemos con uno, podremos conducirlo sin necesidad de adquirir el carné B+ que se plantean en Bruselas.
Con todo, hay que contextualizarlo en su época. Barney Oldfield, a bordo de un Blitzen Benz había conseguido alcanzar los 212 km/h. Si a él le había funcionado un motor de cuatro cilindros y 21,5 litros, la respuesta debía estar en conseguir un motor todavía más grande.
El camino a seguir era claro y Fiat lo pisó con dos unidades del Fiat S67, el que se considera que es La bestia de Turín. En The old motor recogen fragmentos del libro Fiat, de Michael Sedgwick, donde se narra la historia de la marca y donde explican que el Fiat S76 era "una de las creaciones más aterradoras que emanaba de cualquier fábrica".
Sedgwick explica que, tras probarlo en Turín, comprobaron que el coche tenía potencial. Allí alcanzó los 185 km/h en segunda marcha. Era el momento de lanzarse a por el récord. El coche fue trasladado a la pista de Brooklands (Inglaterra) para que Pietro Bordino intentara alcanzar lo que nadie hasta entonces había alcanzado.
Sin embargo, Bordino temió por su vida y se negó a llevar el coche más allá de los 90 mph (145 km/h). Junto al mar, en Saltburn Sands, Fiat volvió a conseguir velocidades de 185 km/h. Sin embargo, no el autor explica que no encontraban el lugar adecuado, pues no había distancia suficiente para que el Fiat S76 desplegara todo su potencial.
Descartados Italia e Inglaterra, Ostende, en Bélgica, y Arthur Duray, como piloto, fueron los protagonistas elegidos. Se trataba de alcanzar a los alemanes. Y allí lo consiguieron, donde marcaron una velocidad punta de 212,87 km/h. Sin embargo, la carrera organizada era de ida y vuelta y una avería impidió al Fiat S76 cubrir el recorrido en el tiempo máximo permitido. La bestia de Turín tenía un récord oficioso.
Lamentablemente, la Primera Guerra Mundial pasó por encima del Fiat S76, que tuvo que ser desmantelado. Pese a ello, poco a poco una unidad se ha recuperado y, restaurada por completo, en 2019 se dejó caer por Goodwood donde cubrió todo el circuito de la subida a una de las colinas más famosas del mundo del motor. El vídeo pone los pelos de punta.
En las imágenes se puede ver cómo la carrocería se retuerce con la violencia del motor. Es impresionante ver las llamaradas que salen por los laterales del vehículo. Sedgwick aseguraba que La bestia de Turín iba por la ciudad "disparando llamas en las caras de peatones inocentes y ensordeciéndolos". No lo dudamos.
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Fotos | Goodwood
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La noticia "Disparaba llamas a la cara de peatones inocentes": cómo la bestia de Turín alcanzó 212 km/h en 1913 fue publicada originalmente en Xataka por Alberto de la Torre .
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